lunes, 1 de febrero de 2010

El Mazinger de Manacor… volverá a funcionar


“Jugar contra Rafa Nadal era como que te encendieran el flexo en una mesa metálica de interrogatorios. Los rivales sabían que el de delante nunca se cansaría antes que él. No los vencía; los extenuaba. No los destruía; los desmigaba. Física y psicológicamente -el motivador de Roger Federer debió de ganar una millonada en horas extra-. Había conseguido reformular la sentencia de Gary Lineker sobre el fútbol y Alemania: «El tenis es un deporte de uno contra uno en el que siempre gana Nadal». El Cid español daba miedo hasta de perfil en los pósters. Pero en el tenis no hay Babieca que acojone al enemigo portando sólo camisetas sin mangas o cintas capilares modelo banzai.

España pidió a la providencia un superhéroe del tenis y el Mazinger de Manacor se ha atrancado tras cinco años entreteniendo al personal y descuajeringando rivales. La basca se pregunta si será cosa de pilas o si el prodigio se ha escacharrado. En 2009 fueron un siete en los abdominales y una tendinitis crónica en las rodillas de Bohemia. Hace años sufrió una fisura en el escafoides del pie, una inflamación del hombro… algunos volvieron de Vietnam con un historial médico más sucinto. Nos dijeron que había disfrazado su rugoso estilo para sufrir menos. Y ahora resulta que al tendón de su rodilla derecha se le han descosido un par de fibras.

Decían por ahí fuera, donde Nadal causa adoración pero no la veneración de quien siente los golpes al cordaje como los zurriagazos de Manolo el del Bombo, que el Prometeo que llevó el fuego a las pistas le pedía demasiado a su hercúleo motor y podía terminar pagándolo. Aquí pensábamos que era la sempiterna envidia de la France, harta de ver cómo el vecino de la sangría le dejaba sin Roland Garros ni Tours que llevarse a la bouche, o el escepticismo de los británicos, más proclives a la elegancia victoriana y algo estreñida de Roger Federer que a la furia meridional y bronceada de Rafael Nadal.

Ahora Nadal se perderá el torneo de Rotterdam y una eliminatoria de la Copa Davis. Caerá al cuarto puesto del mundo y, probablemente, incluso al sexto. Habrá japonesas sumidas en un llanto inconsolable. Pero el chico llegó al aeropuerto de Barcelona -tras dejarse en las suelas medio mundo de aviones- como quien baja a la playa, con una sonrisa y en camiseta. «No estoy preocupado», soltó. Y la sonrisa decía la verdad. A uno le da la sensación de que no fueron sólo sus brazos como vigas, los amortiguadores de las rodillas o su compre dos y llévese tres en pulmones lo que le izó al estrellato, no. Más bien una convicción en sí mismo que nunca confundió con altanería; una cultura casi minera del esfuerzo inculcada por su tío Toni; un andamiaje de simpatías, educación y buen rollo que se entrena en casa a la hora de comer. Otro en su situación se hundiría bajo la pesada losa de su propio ego, vengándose en la Playstation de los Murray, Djokovic y demás pretendientes. A él basta que le aprieten las tuercas como es debido en el taller. A poco que la nueva montura aguante, el Mazinger volverá a funcionar”

Javier Gómez
El Mundo

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